Adriano y su ajicero trujillano

«Adriano parece que trashuma todavía entre nosotros, o se niega a irse, que es como negarse a morir. Sus pasos todavía desandan por las calles de Las Mercedes, El Rosal, o por las ruinas de su República del Este en los adoquines de la vieja Calle Real de Sabana Grande. Al menos yo los siento. Me lo encuentro a cada rato siempre que veo un gato que me sigue o al que sigo sin darme cuenta. Creo que a veces me sirve de guía, me enseña lugares, me hace encontrar libros o perspectivas y colores de calles que nadie encuentra, o nadie ve, o que a nadie importan…

Vivió Adriano muchos años muy cerca del Hereford Grill, en la calle Madrid de Las Mercedes, tal vez el mejor restaurante de carnes de Caracas, donde William Lamas, hijo del dueño del local, trabó amistad con él para sin saberlo, protegerlo, acompañarlo, calmarle un poco la sed y el hambre de anciano pobre, solitario, huraño y triste. Varias veces, que no fueron muchas, me senté en su mesa, y nos reímos juntos al inmediatamente conectar nuestros cómplices acentos trujillanos, el suyo increíblemente auténtico, prístino y fácil, como si nunca hubiera salido de casa de sus tías en El Alto de Escuque, y el mío de Sabana Libre, falso y torpe, más bien mala copia del modo de hablar que tenían mis abuelos, tíos abuelos o de mis tíos hermanos de papá…

Disfrutaba Adriano verme comer y beber vorazmente, mientras él permanecía observándome con la copa medio llena y el plato apenas escarbado, viva imagen del alcohólico cansado. Era como si yo, embrujado por los brillantes ojos del viejo melenudo, envidioso de mi juventud, bebiera y comiera poseído por él.

Por el Hereford recalaba con frecuencia Adriano. Todos lo conocían, apreciaban y atendían como a un rey Timoto-Cuica. Allí mandaba, ordenaba, ninguneaba o enamoraba, y su buen o mal humor, siempre era bienvenido. Quién sabe en que trance de memoria y nostalgia, en papeles emborronados de tinta, comida y vino, escribió la receta de su ají, ese ajicero que ingenuamente enorgullece a los trujillanos, esos seres extraños, desarraigados, casi siempre jodidos por la vida, seres esencialmente ingratos, por lo general interesados, pendencieros y ladinos.

A William Lamas le debemos ese documento literario, escrito de puño y letra por el propio Adriano, testimonio de la memoria gustativa y culinaria del poeta…

Ahora soy yo, cuando Willy no la ocupa, claro está, el que se sienta en la mesa de Adriano González León en el Hereford Grill. Y sé que él está ahí. Y que come y bebe conmigo, acompañándome en silencio que es la compañía que más me gusta, haciendo que no me sienta solo.

Lástima que no tengo un frasco de su ají en la mesa para aderezar mis viandas…«

Texto: Vladimir Viloria

Código para un buen ají trujillano o manera de mejorar una madre.

Adriano González León

Ingredientes

1.- Cinco frutos rojos y bravos en rama.

2.- Dos machacados de los anteriores.

3.- Tres verdes pacíficos, pero substanciosos.

4.- Picadillo elaborado en el mortero con ajo, pimienta, orégano, comino.

5.- Agregado de cebolla en taquitos, ídem de tomate, hojas de cilantro, perejil.

6.- Zanahoria previamente curtida, sin excesivo entusiasmo, pero cortada en cuadros moderadamente menudos.

7.- Pepinillos en situación parecida a la anterior.

8.- Chayota en trozos, sin curtir.

8.- Agregados breves de vinagre y aceite de oliva.

9.- Leche hervida previamente y vertida con lentitud.

Observaciones y justificación del rito culinario

a.- Se hierve la leche para evitar que los ácidos lo corten

b.- La sal, obviamente, queda a juicio y entendederas del maestro cocinero.

c.- La chayota se corta en el cuerpo del ají.

d.- Los otros agregados –zanahoria y pepinillos- junto a la dicha chayota, tienden a sustituir la flor y el corazón del maguey, sustancia y colorido y gracia y sabor de una verdadera mezcla picante de los Timoto-cuicas.

e.- El tiempo la ennoblece y le da la categoría de inmemorial.


Apéndice de trucos

1.- Luce bien en antiguo frasco de caramelos. Bocón.

2.- Imprescindible tapa de corcho o madera para evitar la oxidación.

3.- Servir con cucharilla de palo o tenedor usado en las anguilas de Aguinaga.

4.- Aunque se traicione la memoria ancestral trujillana, manténgase refrigerado. -AGL

Muchas gracias a Vladlimir Viloria, por compartir este texto, que venía con la siguiente nota: «Te voy a dar la primicia de publicar ese tesoro que es la receta de Adriano González León del ajicero trujillano…una verdadera joya literaria y culinaria, y más para los amantes del ají y los seguidores del poeta, que no son pocos, Adriano fue, sin duda un grande de nuestra literatura…de algo sirve andar por ahi con los ojos bien abiertos y de contar con amigos como William Lamas, a quien le debemos este descubrimiento…»

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